Cómo escapar de la poesía

31 de diciembre. Ante el peso de los acontecimientos, tengo que conformarme con un lenguaje inapropiado, ciego, carente de todo ritmo. Por ello y después de consultar largo y tendido con la almohada de las grandes decisiones- apunto mi principal propósito para el año que ya asoma: ¡aprender a escribir! Ya he dejado de fumar y los pulmones se desperezan como una fiera invernal a las puertas de la primavera (¡Tonterías!). Echo de menos el tabaco, pero no a un nivel físico; el monoal menos en mi caso-, no existe. Echo de menos las volutas del espíritu que ascienden, nebulosas, hasta la línea del cielo.
Como todos los años, la sombra del jinete se materializa en Nochebuena: sí, vuelve a casa por Navidad, como en el anuncio. Trae los huesos molidos de nieve y de leña, y ha mudado de nuevo el acento. Atrás queda ese pájaro imaginario que mezclaba Valverdeiro, Lagarteiro y Mañego en las estribaciones de la Sierra de Gata. Ahora, el pájaro, canta en el habla de Santibáñez de la Sierra, y el paisaje muestra los picos afilados de las sierras de Béjar y de Francia. El jinete (o el pájaro, que viene a ser lo mismo) no es más que un obstinado "calamorro", es decir: una persona obcecada. De nada sirve que se le vaya cayendo el pelo de la juventud o que vayan encaneciendo las esperanzas. Cuando la poesía lo nombra, lo nombra siempre en el mismo lugar detenido, en la misma postura firme. Y es el dolor ajeno el que también se muestra afilado, se torna (de nuevo) materia, como si todas las plantas venenosas de la historia hicieran su aparición en el jardín de las palabras: A mí, lo que me duele (dice el poema), es tu cabeza. ¿Qué nos queda si en el tiempo hemos dejado las alianzas olvidadas, nuestras más hermosas señas de identidad? ¿Por qué vuelven las pedradas a la carne más amable, los amantes y los gallos de pelea? Un guerrero, a las puertas de la ley que purifica, nunca tiembla. ¿Por qué orinas, animal, sobre la leña? Como muchos habrán adivinado se trata, una vez más, de los orígenes del mito del buen salvaje (Ego sum resurrectio). Escapar de la poesía, entonces, se hace, ¡más que nunca!, necesario; la poesía es el dolor, el mismo dolor, y hace tiempo que yo aborrezco el dolor. Cuando el pájaro o el jinete- me enseña el dedo índice (ese que ya no se mueve, derrotado por la naturaleza), el vaso de aguardiente vuelve a llenarse, y el silencio del alba da paso al discurso malherido del trabajo. Tengo en la cabeza (sí, en la otra cabeza) un viejo poema* de Antonio Gamoneda y, al leerlo, vuelvo a sentir la obligación, impostergable, de escapar de la poesía:
Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.
Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.
A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.
Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.
Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.
Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.
Veinte años.
He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:
Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.
En algún lugar del mundo (ahora: del mundo sonoro), un juglar nos desvela cómo es el cielo de Salamanca, cómo son las voces antiguas de Salamanca: ésta es la banda sonora del jinete en el día de Navidad de la memoria.
31 de diciembre: el año nuevo asoma.
__
*Antonio Gamoneda: "Después de veinte años". Blues castellano. (1961-1966).
6 comentarios
Otis B. Driftwood -
Y ahora, de nuevo enganchado a este volátil invento que es la red, leo completo, como antes sólo pude leer en diagonal, este texto que simula unos fuegos artificiales de colores pastel, para evitar las estridencias de relojes imposibles y bullas nocturnas en una manifestación espontánea que ni siquiera requirió del móvil para que fuera un exitazo. Y es que hay cosas a las que es muy difícil sustraerse.
No escapes de la poesía, Enrique, es misión de ímprobo esfuerzo y resultados nunca satisfactorios. La dirección contraria es también complicada: yo trato de sumergirme día a día en ella, pero siempre tuve miedo a perder pie y por ello nunca la he conseguido hacer mía. Ocasionalmente cierro los ojos y me adentro un poco más, hasta que veo que estoy a punto de perder la línea de la costa, y entonces vuelvo por donde vine, la prosa áspera (que no es lo mismo que la áspera prosa, epíteto que hasta podría resultar elogioso).
No te escapes de la poesía, Enrique; déjala atrás por un tiempo, nada (del verbo nadar, nada que ver con el nihil) paralela a ella como en esas competiciones ingenuas en pleno mar en las que siempre pensamos que es la costa la que se mueve a contramano. Pero no te escapes, deja un rastro de piedras para que puedas volver sin perder pie en un hoyo traicionero entre las aguas tranquilas.
Y todo este símil hidrofílico para qué... para apenas desearte un feliz año, que comenzaremos con ese café/cerveza/ambrosía que nos debemos. Te llamo esta semana.
Un abrazo.
Magda -
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé! / Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte...".
Yo no he dejado de fumar y ¡cómo me gustaría! Pero bueno, un año inicia y hay que hacerlo con alegría.
Un gran abrazo y ¡feliz 2006!, que inicie, medie y termine con una sonrisa.
Cristina con Paraguas de Repetición -
Para mí no hay más madre, que aquel pan tierno que Octavio Paz cortaba con su propio cuchillo cada día, pero el dolor de la mía se me matiza, cuando la corto con su propio cuchillo cada día, con la compañía secreta y lejana del mexicano haciéndome saber que aún me hallo en el sendero de lo humano. (Del buen salvaje, ego etiam sum resurrectio).
En tout cas, se me antoja que has de escapar de la poesía porque el tuyo ya es un lenguaje poético que va trascendiendo montes y construyendo su propia orografía del dolor y de la superación de los vicios. Te quieres escapar de la poesía y quizás, eso ya es un modo de percepción poético, que decía el otro.
Pero quizás será que yo, - y te lluevo una última cita, esta de Gil de Biedma, desde mi paraguas-, al final de mi alma, quería ser poema. (Ser poema y no enseñar tanto la pierna como ahora, chis).
(Tu mística me partió con su propio cuchillo. Será una manera de llamarme pesada...)
Cristina -
No sé escapar de la poesía, porque, como bien dice el amigo-enemigo-conocido digno de lástima (según se me dedique al ensayo, la novela o la poesía) Houellebecq, al explicarnos a los mortales las ideas de Jean Cohen, el objetivo de la poesía es generar un discurso fundamentalmente a-lógico, donde se suspende cualquier posibilidad de negación [...] Al contrario, las desviaciones poéticas intentan crear un efecto de ilimitado, donde el ámbito de la afirmación se apodere de todo el mundo y no deje subsistir la excepción de la contradicción. Y antes de eso me gusta leer hacia atrás, lo antiguo bajo la luz de lo nuevo, dice: la poesía habla del mundo de otra manera, e incluso va más allá, ciertos modos de percepción son poéticos en sí mismos.
Quizás por eso no sé escapar de la poesía, porque intento, bajo un paraguas amplísimo de citas, que cobijan y esconden mi pequeñez y mi Niedrigkeit, habitar el mundo poéticamente, a lo Hölderin, desarrollar modos de percepción poéticos, que son los que hacen trascender el mundo, se asientan paralelos, y hablan del dolor de otra manera, lo hacen transitable, verbo a verbo, el mío, el tuyo y el de todos, en un presente eterno de ésos que le gustan tanto a Osho.
Enrique -
Por cierto, tengo una duda: ¿conoces a María Papetti?
Bueno, ya sabes: año nuevo, vida nueva. Ya me contarás.
Un beso.
pini -
y en el que viene, que se doblegue tu dicha y la de aquellos que te rodean.
en cuanto a tu deseo, yo creo que te fue concedido al nacer, sólo es cuestión de que te des cuenta.
ya llega el tren, no hay que mirar hacia atrás.
las despedidas me doblan las piernas, así que aquí te dejo un cariño enorme y mi agradecimiento, y algún caramelo para que, mientras lo saboreas, te acuerdes que la vida tiene sus partes bien dulces, y te las mereces todas.